Estamos viviendo una situación que ninguno de nosotros había experimentado: una pandemia capaz de cambiar el estilo de vida de literalmente todo el mundo. Lo que a principios de año empezó como una noticia ajena, ahora forma parte de nuestro relato diario: avance de la enfermedad, recomendaciones, suspensión de actividades, aplanar la curva, alargar la cuarentena.
Por un lado, está la incertidumbre en sí. Aunque afortunadamente es una enfermedad que la comunidad científica ha logrado conocer bien en muy poco tiempo, quedan muchas muchas preguntas sin respuesta todavía ¿cuándo terminará? ¿habrá una segunda (o tercera) oleada? ¿qué va a pasar con la economía? ¿cuando sabré si estoy completamente segurx?
Por el otro, no son solo las preguntas sin respuesta lo que nos inquieta, sino ¡la violenta rapidez con la que se ha desarrollado la situación! Lo que hace unas semanas eran noticias de otros países, ahora es una vivencia diaria: medidas de aislamiento social, restaurantes y plazas vacíos o con menos gente, escuelas suspendidas durante más de un mes, varias oficinas trabajando desde casa e incluso consultas médicas, o de psicoanálisis, por teléfono o videoconferencia.
La sensación de preocupación, angustia, depresión y agobio nos alcanzan a todos, aun cuando no tengamos un ser querido cercano que esté enfermo de Covid-19 o aun cuando nuestra economía no se haya visto tan golpeada por el cambio de ritmo. ¿Cuáles son los factores emocionales que se remueven con la pandemia?
Perder rutinas, agobio y la extraña pausa
Existe la idealización de que las rutinas disminuyen nuestra calidad de vida y lo ideal sería vivir al momento, espontáneamente. Eso difícilmente es cierto fuera de una fantasía. La realidad es que ciertas rutinas nos ayudan a tener estructura, saber que estamos parados en un punto sólido y, desde ahí, poder construir.
Un ejemplo muy sencillo es como saber que, no importa cuánto brinquemos, la gravedad nos mantendrá en la tierra. No hay peligro de que esos parámetros cambien y cada que brinquemos corramos el peligro de salir al espacio (sin protección).
Las rutinas, pequeñas o grandes, son esos parámetros de estructura en nuestra vida cotidiana que nos permiten guiar nuestra vida, no la confinan o restringen. Con la llegada tan súbdita del coronavirus, esas rutinas, esos parámetros, se han roto, de manera imprevista, y sin saber qué va a pasar después. Eso no es poca cosa, por el contrario, es fuente de angustia.
Esa incertidumbre puede no solo ser respecto a situaciones concretas como la vida laboral o social, sino que, al romperse esas rutinas, puede sentirse como si fuera una fisura en todos nuestros parámetros y vivenciarlo como si todos estuviera en riesgo, como si todos estuvieran suspendidos ¿y si ahora brinco y sí me salgo de la tierra? ¿y si mis planes y proyectos están ya todos en peligro?
Por supuesto estas no son ideas racionales, pero eso no significa que no sean ideas que están ahí y que están generando efectos importantes en nosotros. Buscar desestimarlas o disminuirlas de nada sirve; por el contrario es importante explorar más a profundidad qué de esta incertidumbre, de esta ruptura de rutinas, está significando para cada unx -sin hacer juicios de valor.
Descubrir cosas que no están bajo nuestro control
La situación de esta pandemia no solamente rompe nuestra rutinas, otro factor importante de angustia que pone en primer plano es darnos cuenta de todo lo que está fuera de nuestro control y la situación vulnerable en la que quedamos.
Desde comportamientos de otras personas, decisiones de autoridades, hasta la realidad misma de brotes de enfermedades nuevas, el Covid-19 ha puesto sobre la mesa que hay situaciones que nada tienen que ver con nuestras decisiones, con nuestra voluntad, con nuestro comportamiento, y que sin embargo nos afectan inmensamente.
Una de las razones por las que una sesión de análisis se cobra cuando el paciente falta, haya avisado o no (o que no se cobra cuando el analista falta, haya avisado o no), va justo en esa línea. No se quiere faltar al análisis por enfermedad, tráfico o trabajo, no obstante esas situaciones ocurren, nos ocurren y tiene consecuencias en nuestra vida, necesitan tener un lugar.
Sin ir más lejos, el inconsciente es algo muy íntimo fuera de nuestro control -muchas veces actuando en contra de nuestras decisiones o voluntad- y que crea efectos en nuestra vidas. Seguro no queremos buscar la misma relación tóxica varias veces, ni repetir la misma situación en nuestro trabajo, ni ser incapaces de empezar a estudiar algo o ir al gimnasio; mas esas realidad ocurren, nos ocurren, más allá de nuestro control y sus efectos son abrumantes en nuestra vida.
Pandemias, recesión económica, tráfico o inconsciente, encontrarse con algo indomable cuyas consecuencias afectarán lo que quisiéramos para nuestra vida, es sumamente difícil de procesar y el primer camino será busca formas de desestimarlo. Las ideas de "el Covid-19 no existe", "a mí no me dará" o "no importa que salga, están exagerando", son formas de negar que existe una situación amenazante tan ajena a nuestro control y la angustia que conlleva.
Sentirnos aislados o tener demasiada convivencia
Otra fuente de malestar puede venir justo de las nueva forma de convivencia por el aislamiento o distanciamiento social. Para las personas que viven solas, la sensación de aislamiento puede acrecentarse y para las que viven con familiares, amigxs o roomies las fricciones por convivencia pueden agudizarse.
Tomando prestado un término de Gustav Jung, el nivel de introversión o extroversión de cada persona, así como su situación particular durante la cuarentena, son factores en juego para determinar el nivel de malestar.
Sea con viviendo solx o con alguien más, un punto importante a recordar es que tanto la incertidumbre como las preocupaciones, por salud o economía, tienen el nivel de tensión más elevado de lo normal para la mayoría de las personas. Más que solo tristeza extrema por no ver a ciertas personas, o desesperación extrema por ver demasiado a una persona, no todo el malestar se le puede atribuir al otro,
Así como una forma de lidiar con el agobio de la pandemia es negar que existe y salir "como si nada", así también otra puede ser desplazar todo ese malestar a la ausencia o presencia de otra persona. "No es que me preocupe lo que ocurre, es que te extraño/te detesto".
Si bien es cierto que la cuarentena traerá a la luz situaciones subyacentes en las relaciones personales, también es importante determinar qué del malestar corresponde a qué, sin tratar de responsabilizar a otrx exclusivamente.
¿Y cómo se vive la pandemia?
Afortunada o desafortunadamente, no hay una respuesta única o una receta de cocina. Cada quién le impactará de manera diferente y porque, justamente, se trata de una situación nueva que golpeó de manera muy repentina nuestra vidas. Lo importante será seguir recomendaciones de cuidado y salud, así como hacer una profunda introspección sobre lo que este momento único, mueve en cada quien.
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