A diferencia de lo que ocurre con otras psicoterapias, la decisión de iniciar un psicoanálisis rara vez es desde una búsqueda de crecimiento personal, mejora de hábitos o para mejorar la autoestima. La tomamos desde la desesperanza,  cuando llegamos a un punto tan crítico de ansiedad, dolor o malestar, que es insoportable. A veces, tenemos una posible explicación a lo que nos ocurre; otras, ni siquiera eso, simplemente nos convertimos en un enigma para nostrxs mismxs.

El psicoanálisis profundiza en ese engima, ese sinsentido, ese dolor o angustia, para  comprender qué lo compone y poder desarticularlo. Tanto en mi experiencia al diván, como en mi práctica, en los casos clínicos presentados en mis posgrados, y por supuesto en la teoría de Freud y Lacan principalmente, una y otra vez es descubrir que abrir preguntas, explorar y dar un espacio a aquello que ni siquiera sabemos determina nuestras decisiones y tiene que ver con nuestra angustia, es la única forma de realmente poder resignificarnos. Es explorar nuestra historia  para poder construir un provenir diferente, recordar para realmente olvidar.

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