La pandemia por Covid-19 y el aumento de contagios con cada oleada, ha puesto más sobre la mesa un tema que siempre ha estado ahí: ¿qué significa estar enfermx? ¿qué representa vivir con un cuerpo enfermo y cómo esa irrupción, aparentemente solo orgánica, tiene efectos en lo que sentimos, lo que pensamos, incluso cómo llevamos nuestra relación con otras personas?
Hablar de enfermedad nos remite al cuerpo -a nuestro cuerpo- y a lo que significa el cuerpo y cómo sus cambios bioquímicos pueden tener un efecto tan tajante en nuestra vida.
“Un cuerpo” o “Mi Cuerpo”
Es muy común pensar en a nuestro cuerpo como algo que tenemos, más que como algo que somos, “yo tengo un cuerpo con tales características”, como si yo fuera mis pensamientos o sentimientos primordialmente y el cuerpo es solo algo más que tengo, fuera de la esfera de lo que ubico como “yo soy”.
Pensar en tener un cuerpo a diferencia de ser ese cuerpo, tiene implicaciones muy diferentes. Tener un cuerpo, como una posesión, lo deja como algo extraño, algo ajeno. Algo de esas arrugas, esa celulitis, esa marca, esa grasa acumulada, esa forma, esos colores, nos desagrada porque tiene algo que sentimos no somos nosotros, aunque algo mismo tiempo sí lo somos. Se crea una dualidad donde nuestro cuerpo es lo más íntimo, al mismo tiempo que ni lo dominamos, ni lo conocemos por completo: está lleno de sensaciones y vivencias extrañas.
Desde la medicina, el cuerpo se hace todavía más ajeno. Se estudia y trata como una serie de procesos bioquímicos, mecánicos y genéticos, con estándares de normalidad muy definidos, donde casi se puede prescindir de la persona y lo que dice sobre su cuerpo. Así como se lleva un coche que al mecánico para arreglarlo, así se lleva a un cuerpo al médico para componerlo.
Si bien es cierto que las prácticas médicas necesitan esta rigurosidad y gracias a ello hemos podido tratar enfermedades, como el Covid-19, también es cierto que aumentan la distancia con la que se vive nuestro cuerpo, se considera como un l organismo que tengo, no algo que soy y que también está habitado por mis palabras, mis miedos, mis pensamientos, mis vivencias.
Tengo una enfermedad/ Yo estoy enfermo
Si el cuerpo se vive algo ajeno en circunstancias normales, cuando algo no marcha o cambia radicalmente, la ajenidad se agudiza. Esto ocurre en la pubertad o, por supuesto también, cuando estamos enfermxs. Algo de la enfermedad y de ser nombrados enfermos, cambia el panorama y cómo nos percibimos a nosotrxs mismxs.
La enfermedad, al ser algo del cuerpo, tiene una dimensión que no puede ni explicarse, ni expresarse, por completo. Se habla de “me duele como si me estuvieran aplastando”, “siento como si tuviera púas en la garganta” para tratar de aproximarnos a una sensación profundamente única y que nadie más puede experimentar. Esas sensaciones, al solo poder usar metáforas para intentar describirlas, nos aíslan en nosotrxs mismxs y esa extraña vivencia de nuestro cuerpo.
En la mirada médica, la forma de referirse a la enfermedad prescinde de la persona, se aísla el problema casi al grado de que ya no es Juan, enfermo de diabetes, sino que es una diabetes incidentalmente pegada a un tal Juan ¿y Juan y sus vivencias, sensaciones y significados sobre tener diabetes dónde quedan?
La enfermedad implica vivencias extrañas y luego la referencia médica lo hace más ajeno, transformando a la enfermedad como en algo que nos despojara de nosotrxs mismxs, algo que rompe con esa idea de unidad y harmonía. La enfermedad es una amenaza no solo por una posible consecuencia más grave (incapacidad, pérdida, muerte), sino por la misma sensación inexplicable, ajena y completamente aislada que experimentamos.
Lo Psicosomático
Desde el psicoanálisis, no es lo mismo un organismo que un cuerpo. El cuerpo implica que se ha pasado por el lenguaje, que se dice algo de ese cuerpo y se convierte en un símbolo también, en nosotrxs. “Tienes los ojos de tu abuelo”, “tienes el cabello rizado, igual a tu madre”, son símbolos que se asientan en nuestro cuerpo y lo transforman de materia bioquímica, a nosotrxs, a una persona.
Ahora bien, dado que el cuerpo es quienes somos, no algo que tenemos ¿qué hay de las enfermedades y padecimientos? En muchas ocasiones, esos malestares físicos están íntimamente vinculados con malestares emocionales, como un eslabón más de aquello que nos angustia, duele o preocupa; un eslabón que no se puede decir y se queda atorado en el cuerpo.
“Los afectos pasan a ser con harta frecuencia causas patógenas tanto de enfermedades del sistema nervioso con alteraciones anatómicas registrables, cuanto de enfermedades de otros órganos” explica Freud en sus obras, cuando empezó sus estudios y teorías sobre la psique.
Lo anterior significa que en esas alteraciones físicas hay algo psíquico también, no son únicamente un proceso bioquímico, es algo más complejo: sea porque se trata de palabras que no pudieron expresarse, como los sueños que se presentan como jeroglíficos; o sea porque las vivencias físicas tienen un impacto en nuestra psique y en cómo nos percibimos, cómo nos conducimos, cómo nos vivimos.
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