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Foto del escritorClara López

“Tú y yo somos uno mismo” Cómo llevar una pareja ni tan cercana, ni tan lejana

Actualizado: 9 feb 2022

Las relaciones de pareja implican una forma de intimidad muy particular, diferente a la que se encuentra en otras relaciones. En un gran número de casos, se trata de intimidad a nivel afectivo, personal, social, físico, sexual e incluso habitacional y económico.


En una forma de vinculación donde se promueve una cercanía profunda y constante, donde aún se mantiene el ideal de ser completado por la pareja ¿cuándo es demasiado? ¿cómo se sobrelleva una pareja sin caer en el sentimiento de “me he perdido a mí mismx”?


La idea y búsqueda de estar completos



Las personas albergamos la esperanza de la completud. Percibimos que algo indefinido nos hace falta y empezamos a crear fórmulas para explicarlo y resolverlo: “cuando suceda esto (termine este curso, consiga otro trabajo, tenga mejor salud, gane más dinero, haga ese viaje…), entonces finalmente seré feliz, estaré plenx”. Una de las soluciones más populares para sentirse plenx, es la idea de encontrar una pareja que sea nuestra otra mitad.


En El Banquete, con el mito de los andróginos, Platón describe bien la sensación humana que acompañaba a los antiguos griegos y que sigue igual de vigente hoy en día: tener una pareja, pensada como nuestra otra mitad, finalmente dará esa sensación de plenitud que se nos escapa constantemente. Hoy en día, acompañamos esa explicación con giros modernos: quizás no solo es una pareja, sino varias; quizás se trata también de plenitud en la vida sexual para acallar el sentimiento de falta.


¿Y si en realidad no es mediante una pareja, sino yo mismx quien debo completarme? El desarrollo personal y algunas corrientes psicológicas toman esta postura. No se renuncia a la idea de la completud, solo se traslada de la pareja a la persona misma. La respuesta ya no está en el vínculo con ese otro especial, sino en el crecimiento personal por medio de buenos hábitos, fortalecimiento de la autoestima y encuentro de armonía.


Desde el psicoanálisis, la postura es diferente. La idea de estar completxs y en plenitud es imposible, sea con una pareja (o varias), o por medio del desarrollo de unx mismx. Siempre existirá la falta y la inquietud de que algo nos deja insatisfechxs, algo nos falta.


Esto de ninguna manera significa que no sea posible ser feliz, sino que la falta siempre existirá como el motor que nos impulsa a seguirnos moviendo y también libera de la presión de que todo tenga un sentido, una razón, una respuesta, un motivo.


“Acércate más a mí, eres todo lo que quiero”



La pareja no nos completa, mas eso no significa que no exista una tendencia a esa fusión.


¿Quién, que haya experimentado estar enamoradx o tener una profunda atracción, podría negar sentir una interconexión casi mística en esos momentos? Se piensa constantemente en esa persona, se anhela estar con ella, se fantasea con ella, se desea compartir experiencias juntxs, casi como si el resto del mundo se desvaneciera y solo existiera con esa persona en particular. Justamente esta sensación de “solo estamos tú y yo” es parte de lo que lleva a pensar en la pareja como aquello que nos completa.


Esta forma de vinculación es por la pulsión erótica. Eros, desde el psicoanálisis, es la tendencia a fundirse con el otro, a buscar esa unidad -o plenitud- eliminando las barreras y separaciones en el encuentro con el otrx, como si efectivamente pudiésemos llegarse a completarnos en armonía total y eliminar cualquier formar de malestar o falta.


El problema surge cuando se prolonga esta forma de vinculación y cercanía erótica y entonces lo que antes era bienestar se transforma en angustia. Sentirnos tan cerca del otro que estamos (casi) con-fundidos se nos presenta como un estado idílico, no obstante, es insostenible. Demasiada cercanía, demasiado tiempo, provoca un malestar profundo.


“Hazte para allá, me asfixias”



De la sensación de felicidad absoluta de constantemente pensar en esa persona, entra la angustia de sentirle como parasitario. Donde antes se demanda cercanía, ahora se demanda distancia y crear una brecha con esa persona para prevenir fundirse -y perderse- por completo.


La distancia, crear una ruptura y abrir espacio, en modo alguno significa que algo va mal con la pareja, mucho menos que eso anuncia el fin de la relación. Así como la idea de completud es una ilusión imposible de concretar, así también la idea de los amantes en eterna unión armónica es completamente irreal -incluso poco deseable.


Las relaciones oscilan entre espacios de acercamiento y espacios de distancia; demasiada cercanía genera angustia, demasiada distancia genera enfriamiento. ¿Cuánta distancia y cuánto acercamiento es óptimo? Depende de cada pareja y depende de la situación que esté viviendo esa pareja, es imposible establecerlo de antemano.


Una pareja la componen individuos que jamás estarán en constante plenitud, ni juntxs, ni por su cuenta. Esto implica tener espacios compartidos y espacios individuales por igual, implica también momentos de convivencia y momentos de disidencia donde, simplemente, la otra persona “no nos cae bien”. Los desencuentros y espacios son fundamentales porque permiten que puedan continuar el vínculo sin que los integrantes de la pareja se asfixien y desvanezcan.


“No me dejes”



Ahora bien, en ocasiones, se interpreta que la angustia de tanta cercanía, de con-fundirse, es por (pardojicamente) falta de cercanía. El reclamo entonces se explica como si fuese necesaria más cercanía aún: “no estamos juntxs lo suficiente”, “me siento abandonadx”, “algo de nuestra relación se está perdiendo”.


Es fundamental recordar que sin distancia, no hay lazo amoroso. En estas situaciones, es importante dar espacio para entender qué se está jugando en esa angustia y por qué la demanda se transforma en más cercanía, más con-fusión -que, paradójicamente, solo engendra más angustia. Si una pareja se convierte en lo único, está condenada a ser un espacio de malestar.



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