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  • Foto del escritorClara López

Trastornos mentales

Los trastornos mentales son un concepto común en la psiquiatría. El término se utiliza para designar una alteración mental, o cognitiva, catalogada dependiendo de los síntomas que tengan los pacientes. Por ejemplo, existen trastornos de estado de ánimo, trastornos de ansiedad, trastornos de la conducta alimentaria, etc. Dependiendo del manual diagnóstico psiquiátrico que se utilice, como el DSM, existirán una serie de criterios que permiten clasificar al paciente como padeciendo tal o cual trastorno de acuerdo a sus síntomas.


Mientras que en la psiquiatría, y en la psicología, se habla de trastornos, en el psicoanálisis las características psíquicas se abordan desde una perspectiva muy diferente, tanto en la teoría como en la práctica.


En el psicoanálisis un síntoma no lleva necesariamente a cierto trastorno, y un trastorno no es una alteración o “enfermedad mental” a curar para regresar a la “normalidad”. En el psicoanálisis nos referimos a estructuras psíquicas, en cada una de las cuales se puede encuadrar un mismo síntoma.


Trastorno: ¿alteración?


Empecemos analizando la palabra trastorno. De acuerdo con el diccionario de la RAE, trastornar implica Inquietar. Perturbar el sentido, la consciencia o la conducta de alguien, acercándolos a la anormalidad. Así pues, un trastorno es una perturbación, un desorden, una anomalía. Un trastorno mental implica que la mente está alterada, se ha modifica su funcionamiento normal y ahora tiene algo irregular.


Al hablar de trastornos mentales, se asume que existe un funcionamiento normal, natural y debido de la mente, de la psique, esto es, se presupone la existencia de un modo normal de sentir y de pensar en las personas. Cualquier cuestión psíquica que salga de esta línea, cualquier emoción o pensamiento fuera, será considerada trastorno, es una alteración.

Por dar un ejemplo sencillo, digamos que se ha establecido como lo natural y normal la búsqueda de compañía humana y formar lazos cercanos con otras personas. En este caso, un ermitaño tendría un trastorno, su conducta estaría fuera de lo normal.


El psicoanálisis opera desde otra perspectiva. De entrada, no existe una línea o encuadre de qué sería lo normal general, sino que opera caso por caso. Sin la línea de lo normal y natural, el concepto de trastorno pierde sentido porque no existe ninguna base normal  que alterar, esto es, no existe un estado normal que, al trastornarse, dé origen a un cuadro clínico.


En el psicoanálisis, emociones o situaciones como la depresión o la culpa, no se consideran como una enfermedad a curar o eliminar per se. El psicoanálisis busca las causas profundas, busca cuál es el papel que juega el paciente en ellas y, desde ahí, busca una reconstrucción de la visión del paciente desde el propio paciente. Esto es, será el propio paciente el que indique qué le duele, qué le sucede, qué de su vida le es conflictiva, sin que esta determinación se haga desde un sitio ajeno.


Retomando al ejemplo anterior, imaginemos una persona cuyo único contacto es su pareja; es, digamos, un ermitaño con pareja. Pensemos en que esta persona acude con un psiquiatra porque tiene problemas en su vida sexual.


El psiquiatra, o psicólogo, señalaría que su principal problema es su aislamiento social, quizás incluso ignorando el decir del paciente y su motivo de consulta. El psiquiatra hace una evaluación externa de la condición del paciente basado en un manual diagnóstico para, con ello, determinar un trastorno. Si lo normal es querer lazos íntimos con otras personas, y este paciente solo se relaciona con su pareja, hay una perturbación en su funcionamiento mental, existe un trastorno.


En caso de que esta persona acudiera a un psicoanálisis, ¿con qué se trabajaría? Con lo que diga el paciente. Si al paciente no le causa conflicto su aislamiento social, si es una condición que le tiene sin cuidado, o incluso le satisface, no se convierte en tema de análisis.


¿Qué trabaja el análisis? Exclusivamente lo que diga el paciente; en este caso, los problemas en su vida sexual. El paciente será quien determine los parámetros de normalidad o anormalidad. Estos parámetros se fijan caso por caso porque es cada persona la que puede decir qué marcha bien y qué marcha mal en su vida de acuerdo a su visión y sentir personal.


Síntomas: en trastornos, en estructuras

Un médico general puede diagnosticar un resfriado por las alteraciones orgánicas que presenta, tales como estornudos, fiebre, ojos irritados o tos. Éstos son los síntomas, o fenómenos exteriores, que indican que algo no está funcionando bien en el cuerpo. La psiquiatría, al ser una rama de la medicina, tiene un esquema similar para hacer diagnósticos: necesitan saber cuáles son los síntomas para saber qué no funciona adecuadamente en el cuerpo, para saber de qué tipo de alteración mental se trata.


La psiquiatría, como hemos mencionado en otras ocasiones, ubica la parte psíquica en el cuerpo. Si estamos contentos, si estamos deprimidos, serán reacciones químicas que pueden ser rastreadas hasta nuestro cuerpo. Existen una serie de manifestaciones físicas, medibles y observables, que sirven para determinar cuál es el trastorno o alteración en el funcionamiento mental normal. Hay un grupo de síntomas para cada trastorno mental y, aunque hay trastornos donde coinciden los síntomas, existe un criterio de exclusión entre ellos.


Cuando un psiquiatra diagnostica cierto trastorno mental, es basándose en los síntomas que presenta el paciente en ese momento: una persona tiene insomnio, se siente triste y tiene ideas suicidas, por consecuente, es diagnosticada con un trastorno depresivo. Cuando estos síntomas desaparecen, deja de tener ese trastorno.  Algo importante a recalcar es que los síntomas en la psiquiatría dependen más de las observaciones que realice el psiquiatra, que de lo que exprese el paciente.


En el psicoanálisis, un síntoma (entendido como una manifestación o fenómeno temporal) puede ser igual en cualquiera de las tres estructuras. Por ejemplo una persona deprimida puede tener una estructura neurótica, perversa o psicótica. Más aún, una persona con algún delirio o alucinación puede ser igualmente de estructura neurótica, perversa o psicótica.  Las alteraciones o malestares de los que sufre una persona no son determinantes para hacer un diagnóstico, ni ubicar a una persona en una u otra estructura.


En el psicoanálisis, cuando hablamos de síntoma no nos referimos a una manifestación física observable, como en el caso de la psiquiatría. El síntoma se refiere al relato que hace el paciente y la forma particular en cómo se enlazan los diversos elementos psíquicos, es decir, el síntoma no es el malestar tal cual del paciente (depresión, problemas sexuales) sino los elementos anteriores que desembocan en ese malestar.


El diagnóstico en psicoanálisis, el determinar qué estructura tiene una persona, no depende del malestar transitorio que tenga en tal o cual momento, no depende del “ánimo” que tenga una persona, sino depende del cómo se entrelazan los elementos psíquicos de la persona. Por ejemplo, un neurótico o un psicótico pueden tener una alucinación, la misma alucinación incluso. ¿Qué varía? Para el neurótico tendrá un significado, una explicación y una causa muy diferente que para el psicótico. Será por medio de estas diferencias y no el fenómeno en sí (la alucinación) que se realice el diagnóstico.


Cabe aclarar que la estructura no es algo que se “cura” o se modifica en psicoanálisis. Tal o cual estructura no es un trastorno, entendido como una perturbación, ni tampoco es una enfermedad mental. Se trata del edificio psíquico que tiene una persona y, como tal, ni es un padecimiento, ni el propósito es eliminarlo; la inteción es resignificarlo y que la persona responda por sí misma.


Otra diferencia es que la estructura de una persona no se modifica por el ánimo o por las manifestaciones externas. Pensemos en alguien con estructura neurótica: será neurótico si está triste o deja de estarlo, si tiene problemas sexuales o no, si tiene anorexia o bulimia, etc. La estructura no se determina por estas manifestaciones y, por lo tanto, no desaparece en cuanto se modifican las condiciones.



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