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  • Foto del escritorClara López

#MeToo en psicoanálisis

¿Está exento el psicoanálisis de casos de abusos como los denunciados por #MeToo? Desafortunadamente no. Y de nuevo desafortunadamente, también son voces que han sido silenciadas o ignoradas, una realidad que ha sido tolerada y hasta cierto punto justificada en detrimento del paciente y de la práctica misma.


¿Cuáles son las transgresiones y abusos en un psicoanálisis?


El psicoanálisis no es un espacio de amistad, ni camaradería. Como su nombre lo indica es un espacio de análisis donde entran en juego los elementos más complejos e íntimos de la vida psíquica y, como tal, es sumamente delicado el manejo que se realiza de éstas. El analista tiene una responsabilidad enorme y debe recordar que siempre se trata del analizando, nunca de él o de ella personalmente.


Recordemos que el análisis está caracterizado por la transferencia al analista. En términos muy simples, la transferencia implica que el analizante transforma al analista en una especie de súperhéroe, capaz de derrotar todos sus demonios, resolver todos sus problemas y garantizarle una vida feliz. La transferencia también implica revivir en el análisis y en el analista ciertos nudos psíquicos.


El analista debe saber que él o ella no es realmente un superhéroe y debe saber que se trata de la transferencia. Sabe también que aquello que se revive debe detenerse como acto y transformarse en palabra para, justamente, poder resignificar. Esto es, más que responder o ceder a la transferencia y erigirse como semidios, debe analizar.


Es importante recalcar que el psicoanálisis debe ir caso por caso y tener la flexibilidad de adecuarse a las singularidades de cada persona, sin jamás pretender imponer un único molde a todos. Con algunas personas en algunas situaciones, un comentario sarcástico o simpático tendrá efecto de análisis y resultará un empuje; mientras sería impensable con otros analizandos.


La capacidad de adaptación jamás justifica una transgresión. Es una linea divisoria con frecuencia muy fina pero que es fundamental respetar y que cada analista sepa reconocer y llevar en cada caso, con supervisión siempre que sea necesario o incluso por medio de retomar su propio análisis.


Dirigir y ordenar al analizante


Una primera sería no abandonar esta posición de todo-lo-sé y empezar a aconsejar y dirigir al analizante. Es muy importante aclarar que hay psicoterapias que tienen un tinte directivo y, desde esa perspectiva, no se trata de una transgresión, por el contrario ése es su propósito. El psicoanálisis, sin embargo, no es directivo y no trata de que el analista se perpetúe como el que sabe. Hacerlo es una transgresión porque termina con el análisis.


Podríamos pensar en un caso donde una persona esté desesperada buscando trabajo y el analista le ayude a encontrarlo, so pretexto de que “es muy buena gente y se preocupa por el bienestar del paciente”. Lejos de la idea de que el paciente pueda analizar y seguir con su vida, estas acciones reafirman la creencia del analista como “omnipotente y protector” y esclavizan al paciente, terminando efectivamente con el análisis y convirtiéndose en una falta ética seria.


Freud, en su artículo Nuevos caminos de la terapia psicoanalítica, publicado en 1918, lo establece claramente “Nos negamos… a hacer del paciente… un patrimonio personal… a imponerle nuestros ideales y, con la arrogancia del creador, a complacernos en nuestra obra luego de haberla formado a nuestra imagen y semejanza.”


Entablar una relación de amistad o negocios


Otra forma de transgresión, más grave y que en algunos casos se pretende justificar, sería entablar una relación personal de amistad, o de negocios, con el analizante; más grave aún sacar el análisis del espacio del consultorio. La idea de que el analista empiece a compartir aspectos de su vida personal, o promueva encuentros sociales con el paciente, o pretenda iniciar algún negocio en conjunto (como, por ejemplo, la abominable idea de invitarlo a festejar su cumpleaños) cambia totalmente el enfoque y, por supuesto, inmediatamente podemos dejar de llamar análisis a ese espacio.


Una sesión de análisis nunca se trata del analista. Los pacientes o analizantes pueden con frecuencia expresan curiosidad sobre la vida del analista o deseo de hacer algo por ellxs, es parte de la transferencia. Lo fundamental es que el analista no responda, sino que analice qué está ocurriendo en esa transferencia.


Un análisis puede ser un espacio para resignificar patrones y la historia del paciente precisamente porque hay una dinámica muy diferente. Buscar una relación de amistad o de negocios, corrompe ese espacio y cambia el enfoque drásticamente, quizás irreparablemente para el trabajo de análisis que se había realizado hasta ese momento.


Tener sesiones gratis


Una transgresión más que no podemos dejar de mencionar es cuando el analista decide llevar el análisis gratis. Si bien ésta pueda ser una transgresión con buenas intenciones por parte del analista, lo cierto es que perjudica más que beneficiar: al no haber pago de por medio, el paciente nuevamente queda esclavizado al analista, le debe algo indefinido por el tiempo, por el análisis, por la escucha. La deuda hacia el analista, imposible de saldar o siquiera identificar, con frecuencia lleva a angustia y a romper el análisis mismo.


No se trata de que el costo de una sesión sea elevado o reducido, lo importante es que exista de por medio algo que el paciente dé al analista a cambio para evitar hacer una deuda simbólica que le esclavice.


La transgresión más grave: seducir al paciente


¿Qué hay de establecer una relación romántica o sexual entre paciente y analista? Los sentimientos románticos hacia el analista no son extraños, ni mucho menos inusuales, forman parte de casi cualquier análisis. Empezando por Freud, quien observó claramente sentimientos eróticos dirigidos a él, hasta analistas actuales en su práctica cotidiana, la transferencia, el amor y la admiración hacia la persona del analista son todo menos ajenos.


Con lo anterior, podría pretender argumentarse que si el paciente expresa estar enamorado/a de su analista, ¿por qué no puede entablarse una relación sexual o de pareja entre ellos? Hay consentimiento, hay deseo de un lado; si lo hay de parte del analista también, ¿por qué no se permite? Porque no está dirigido al analista realmente, sino que es producto de la transferencia y he ahí el daño al actuarlo.


En uno de sus casos, Freud establece que con la transferencia: “…toda una serie de sucesos psíquicos anteriores cobran de nuevo vida, pero no ya como pasado, sino como relación actual con la persona del médico”. Esto ligado con la tendencia inconsciente a repetir, por medio de actos, situaciones que forman parte de la historia de cada paciente.


Lo anterior significa que el analista es, más que otra persona, una figura “hueca” donde se colocan, transfieren, diferentes representaciones del paciente. Si bien la transferencia forma parte de cualquier relación, la nota distintiva en un psicoanálisis vine justamente de que analista permanezca como una figura hueca a la cual transferirle todo para luego analizarlo, en lugar de responder desde su subjetividad -como ocurre en una amistad, en lazos familiares, relaciones labores. Ésta forma distinta de respuesta del analista es justamente lo que diferencia la relación analista-analizante de otros vínculos y lo que permite resignificar realidad psíquicas.


La transferencia está vinculada con fantasías inconscientes, con aquello que el paciente desconoce de sí pero que causa un malestar fuerte en su vida. Por ejemplo, podríamos pensar en el caso de una persona que siempre tiene la misma mala suerte en las relaciones románticas; llega a análisis para entender por qué siempre sus parejas son iguales ya que esto le causa malestar y desea detenerlo, encontrar una alternativa.


Ahora bien, retomando el caso de una relación romántica o sexual, un paciente que exprese deseo o enamoramiento a su analista no es el problema o lo grave, es parte de lo que se transfiere al analista. La transgresión viene cuando el analista responde a esa transferencia y lo lleva al acto, en lugar de analizarlo. Al momento en que esta transferencia se convierte en realidad en un análisis en lugar de simbolizarse, se está reafirmando, reforzando, justamente aquel malestar que lo llevó a buscar análisis en un inicio.


En otras palabras, podríamos decir que el analista utiliza la psique del paciente en contra del paciente y a “beneficio” propio. No importa qué justificación pretenda argumentarse: responder al enamoramiento o seducción del paciente (o peor aún ¡empezarlo!) es la transgresión más grave que se puede cometer y una falta ética gravísima que jamás está justificada.


Por las peculiaridades de la transferencia en un psicoanálisis, establecer un vínculo sexual o romántico activo con el analista es similar cometer un acto de incesto, lo cual puede resultar catastrófico para el paciente, además de ser un abuso de la posición como analista y de romper por completo la posibilidad de análisis.


Debemos recordar que si bien una fantasía puede resultar grata, es muy diferente llevarla a la realidad -quizás de ahí la advertencia de “ten cuidado con lo que desees”. En su transferencia erótica, el paciente puede fantasear con la idea perfecta de que su enamoramiento o atracción sea respondida. Si se transforma en acto, sin embargo, se trata de algo enteramente diferente que, lejos de traer bienestar, conlleva horror y angustia ya que está muy cercano, en la realidad psíquica, a haber roto la prohibición máxima y haber cometido incesto.


Si bien el concepto legal de abuso no implicaría en este caso, ya que podría argumentarse que hubo consentimiento por parte del paciente, eso no significa que a nivel ético no consista en una falta gravísima. El analista debe tener los estudios, análisis y responsabilidad suficiente para saber de lo que está en juego en un análisis y que las consecuencias de ceder a la transferencia erótica están relacionadas con fantasías incestuosas -la peor fantasía de convertir en realidad.


¿Qué hacemos con el #MeToo en #psicoanálisis?


Sacarlo de las sombras, hablarlo, escribirlo, difundirlo, analizarlo, enseñarlo, estudiarlo.


Un analista infalible o que haya podido superar sus propias mociones psíquicas o deseos, no existe. Puede haber casos donde haya atracción hacia un paciente y, al enfrentarse a la transferencia erótica, esa atracción lo tiente a ceder. No solo puede ocurrir, es casi imposible que no ocurra en algún momento u otro.


Ante esta situación, lo peor es silenciar y hacer caso omiso de esa realidad, pretender que lo puede manejar por si mismo/a, o que no es importante, o cualquier otra justificación racional para desentenderse de lo que está ocurriendo. En muchas ocasiones éste es el primer paso ciego a otras transgresiones más graves y, por eso, jamás debe desestimarse.


¿Qué hacemos entonces? Como analista, debemos hablar de esta realidad, Aprender a reconocer y responder situaciones que nos sobrepasan, estar conscientes de que sin importar los años de estudio y/o práctica, nadie somos inmunes porque nadie hemos dejado atrás nuestra propia condición como sujetos. Al encontrarnos con una situación así, es fundamental retomar (si es que se ha dejado) supervisión, o incluso retomar un análisis. Quizás incluso en algunos casos sea necesario cerrar el análisis con ese paciente en particular y remitirlo.


Para el caso de los pacientes, cuando se ha distorsionado el análisis por transgresiones, peor aún por transgresiones que desemboquen en una relación sexual o erótica, es muy importante buscar un verdadero análisis para dar cabida y elaboración a todos los elementos que se pusieron en juego y en acto durante la transgresión.


Las pasiones que revisten un espacio analítico o las particularidades de cada caso jamás justifican un encuentro sexual. El paciente podrá haber consentido a un acto sexual (y tendrá que analizar posteriormente a qué de su historia responde para desarticularlo) pero, al hacerlo desde su fantasma, desde una repetición ciega, en un espacio que justamente busca transformar los actos en palabras y simbolizaciones, encontramos el centro y razón de lo grave de esta transgresión, que ocurre cuando el “analista” permite, peor aún promueve, ese actuar de lo que se transfiere.




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